viernes, 16 de noviembre de 2012

El condado de Barcelona corresponde al territorio regido por los condes de Barcelona entre el siglo IX y el siglo XVIII, desde donde se formó históricamente Cataluña como una entidad política. Sus orígenes se remontan al siglo VIII, cuando con motivo de la expansión musulmana de los dominios del Reino visigodo y su posterior expansión sobre la actual Francia, la confrontación entre los francos y las fuerzas musulmanas condujo a una respuesta defensiva de los monarcas carolingios, consistente en la creación de la denominada Marca Hispánica. Esta se realizó mediante la dominación de los territorios del sur de Francia y del norte de la Península Ibérica y derivó en la formación de un conjunto de pequeños condados. La dominación franca se hizo efectiva tras la conquista de Gerona (785) y principalmente, cuando, en el año 801, la ciudad de Barcelona fue conquistada por el rey de Aquitania Luis el Piadoso (o Ludovico Pío) y es incorporada al reino franco, estableciéndose en ella el condado de Barcelona, con dependencia del rey franco. El primer conde de Barcelona fue Bera (801-820). EL CONDADO INDEPENDIENTE Durante el siglo X, los condes de Barcelona reforzaron su autoridad política y se fueron alejando poco a poco de la influencia franca. En el 985 Barcelona, entonces gobernada por el conde Borrell II, es atacada e incendiada por los musulmanes, liderados por Almanzor. El conde se refugia entonces en las montañas de Montserrat, en espera de la ayuda del rey franco, pero no aparecen las tropas aliadas, lo que genera un gran malestar. En el año 988, en el reino franco termina la dinastía Carolingia y es sustituida por la dinastía Capeta. Borrell II es requerido para prestar juramento de fidelidad al nuevo rey franco, pero no consta que el conde barcelonés acudiese a la llamada, pues el rey franco tuvo que acudir al norte a resolver un conflicto. Esto ha sido interpretado como el punto de partida de la independencia de hecho del condado. El conde Ramón Borrell, hijo del anterior, gobierna ya como un soberano con todas sus atribuciones, tales como la libre disposición del patrimonio fiscal, otorgar privilegios y acuñar moneda con su efigie y nombre, Raimundus. Posteriormente, el condado de Barcelona va creciendo en importancia y en territorio con los sucesivos condes. Va absorbiendo otros condados de la Marca Hispánica y se expande lentamente hacia el sur gracias a las batallas contra al-Ándalus y la repoblación de territorios como Tarragona y el campo circundante. Tras el gobierno de Ramón Borrell, seguido del de su débil hijo Berenguer Ramón I, dominado por la enérgica figura de su madre Ermesenda de Carcasona, con Ramón Berenguer I se refuerza el poder condal: somete a los nobles levantiscos del Penedés, establece alianzas con los condes de Urgel y Pallars, adquiere los condados de Carcasona y Rasez, cobra parias de las taifas de Lérida y Zaragoza y renueva las bases jurídicas del condado al iniciar la compilación de los Usatges de Barcelona, conjunto de disposiciones, usos y costumbres que irá aumentando en los años posteriores. En los Usatges se hace referencia en diversas ocasiones al soberano, es decir, al conde de Barcelona, como princeps (príncipe), y llaman principatus (principado) al conjunto de los condados de Barcelona, Gerona y Osona. En su testamento, Ramón Berenguer I decide no dividir sus territorios, sino que los transmite en condominio a sus dos hijos gemelos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II. Tras la crisis provocada por el asesinato de Ramón Berenguer II y la acusación de fratricidio lanzada contra su hermano, quien murió en la Primera Cruzada, el hijo y sucesor del primero, Ramón Berenguer III, supo consolidar y ampliar los límites del condado. Conquistó parte del condado de Ampurias y, al frente de una amplia coalición, emprendió también la conquista de Mallorca, narrada en el documento pisano llamado Liber maiolichinus, en el que se llama a Ramón Berenguer III Dux Catalanensis y catalanicus heros, mientras que sus súbditos son denominados christicolas catalanenses, en lo que se considera la referencia documental más antigua a Cataluña. Sin embargo, el conde tuvo que abandonar sus conquistas ante el avance de las tropas almorávides en la península. Recibió asimismo mediante herencia los condados de Besalú y Cerdaña, formando progresivamente un espacio territorial muy similar al de la llamada Cataluña Vieja, además de avanzar hacia Lérida y repoblar territorios fronterizos como la ciudad de Tarragona, restaurándola efectivamente como sede episcopal. Asimismo amplió sus dominios transpirenaicos al incorporar el condado de Provenza gracias a su matrimonio con la condesa Dulce EL CONDADO EN LA CORONA DE ARAGON Sin embargo, otro matrimonio, el de Ramón Berenguer IV de Barcelona y Petronila de Aragón, heredera del trono de Aragón, constituye una unión dinástica entre la dinastía condal de Barcelona y la casa real de Aragón. Ramón Berenguer IV fue hasta su muerte conde de Barcelona y príncipe de Aragón. El hijo de ambos, Alfonso II, fue el primer rey de Aragón que a su vez fue conde de Barcelona, títulos que heredarán a partir de entonces todos los reyes de la Corona de Aragón. Cada uno de los territorios que formarán la unión mantendrán sus usos, costumbres y moneda propia y con el tiempo crearán instituciones de gobierno privativas. LA EXTINCION DEL CONDADO DE BARCELONA A pesar de la vinculación del condado a la monarquía hispánica, el Derecho propio del condado de Barcelona se mantuvo vigente hasta que fue abolido en 1714 con los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión española. Desde entonces el condado deja de ser una entidad política soberana y el espacio político de la actual Cataluña sólo volvería a definirse como tal mediante los estatutos de autonomía de 1932, 1979 y 2006. Por otra parte, el título de conde de Barcelona es ostentado actualmente por el titular de los derechos a la corona española, Juan Carlos I, quien se lo donó a su padre Juan de Borbón, revirtiendo a su muerte a los títulos de la Corona española, pues es un título real. REY POR LA GRACIA DE DIOS , existen abundantes fuentes documentales que describen la aparición de la monarquía, como por ejemplo en el advenimiento del régimen imperial romano y de su directo descendiente el Imperio bizantino, en el establecimiento de Sacro Imperio Romano-Germánico,... De todas formas, dentro del contexto de las monarquías cristianas (que van desde el Bajo Imperio romano y el Imperio bizantino hasta los reyes de Francia, Inglaterra, Austria, España...) se extendió, a modo de justificar el régimen, el concepto de monarquía divina, en virtud del cual el rey lo era por la gracia de Dios, lo cual confería un carácter sagrado a la monarquía. NACION dos definiciones de este concepto, que califica de provisionales e insuficientes: A. Dos hombres son de la misma nación si y solo si comparten la misma cultura, entendiendo por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y comunicación. B. Dos hombres son de la misma nación si y solo si se reconocen como pertenecientes a la misma nación. En otras palabras, las naciones hacen al hombre; las naciones son los constructos de las convicciones, fidelidades y solidaridades de los hombres. Una simple categoría de individuos (por ejemplo, los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un lenguaje dado) llegan a ser una nación si y cuando los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente ciertos deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros. Es ese reconocimiento del prójimo como individuo de su clase lo que los convierte en nación, y no los demás atributos comunes, cualesquiera que puedan ser, que distinguen a esa categoría de los no miembros de ella. Para Eric Hobsbawm, en consonancia con los autores anteriores, no son las naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa, es el nacionalismo quien inventa la nación.

POR LA FUERZA Y DE POR VIDA NO JUSTIFICA QUE TENGA QUE SER COMO TU QUIERES QUE SEA


Desde la Bética hasta Al-Andalus hay un intervalo de tres siglos marcado por la crisis
del Sistema romano y la presencia epigonal visigoda. Es este un periódo de
estancamiento y oscuridad que prepara la transición revolucionaria a un nuevo estado
civilizatorio.
A partir del 410, los pueblos germánicos (destructores de gran parte de la cultura
mediterránea de la época) invaden la península Ibérica, llevando a cabo en el 412 un
reparto de territorio. Los vándalos silingos ocupan la Bética. Quince años más tarde los
visigodos hacen su aparición en ella en nombre del Imperio para expulsar del territorio
andaluz a los vándalos. Tras acabar con los asentamientos de éstos, después de
terribles matanzas, se impuso momentáneamente la pacificación. Esta dura muy poco.
Tres años más tarde hacen su aparición en la Bética distintos pueblos germánicos. Le
siguen años de continuas escaramuzas entre las diversas fuerzas foráneas sembrando
de dolor y sangre las comunidades andaluzas.

Dominación visigoda y proceso emancipador andaluz.
A partir de la segunda mitad del siglo V se abre un periodo de cierta independencia
para las ciudades turdetanas romanizadas. Este periodo estuvo marcado no obstante
por el manifiesto interés de la monarquía visigoda en someterlas a su dominio.
Los godos aumentarán su presión a partir del año 543, pero las ciudades andaluzas se
mantuvieron en una rebeldía continua por su independencia y libertad, manteniendo
relaciones con Bizancio, el otro eje de la mediterraneidad. El territorio andaluz sólo
será dominado, aunque en precario, a partir del 570, coincidiendo con una mayor
centralización del poder godo.
Con la proclamación en el 710 del duque Rodroric o don Rodrigo (partidario de la
ortodoxia cristiana trinitaria) como rey del Imperio visigodo con sede en Toledo, se
desata la guerra en todas las provincias que se encontraban bajo su dominio. La
antigua Turdetania, al igual que otras comunidades aprovechan el momento para
sublevarse.
El arzobispo unitario y administrador de Sevilla, don Opas, enemigo de la política
centralista y teocrática de la nobleza goda, junto a los seguidores del partido de Vitiza,
refugiados en la provincia de Tingitania (Marruecos rifeño) y junto a Taric, gobernador
de ésta y partidario también del unitarismo, forman un frente común para apoyar el
proceso revolucionario contra las fuerzas de don Rodrigo. Esto, sumado a otras
cuestiones, iba a suponer el inicio del fin del Imperio visigodo, la desmembración de
Imperio godo trinitario.
Resumiendo: los continuos conflictos políticos entre partidarios cristianos trinitarios y
unitarios daría la victoria definitiva a estos últimos, provocando una reacción
económica, social, política y psicológica, que iba a suponer todo un vuelco ideológico
en territorio andaluz.

Al-Andalus: una revolución cultural e ideológica.
Y es a partir de esta nueva coyuntura que la sociedad andaluza de la época, después de
un largo y complejísimo proceso de transición (donde las luchas por la sucesión y
administración en los gobiernos tras la victoria sobre los trinitarios fue una constante)
optaría por la civililzación islámica que se hallaba en pleno apogeo y expansión
(expansión que se lleva a cabo en un mundo en crisis, y a expensas de unas sociedades
debilitadas e insertas en un época de grandes transformaciones), y todo ello frente a
una civilización cristiana occidental que nada le aportaba.
Eso que la historia oficial española ha venido y viene denominando «invasión árabe»
no es más que cínica falacia; una patraña para justificar la agresión contra nuestro
Pueblo; no es más que un burdo montaje que no se sostiene mínimante ante cualquier
estudio histórico serio.
Aquí no hubo conquista «mora» alguna, sino revolución cultural e ideológica.

Fue relativamente dilatado y complejo todo el fenómeno que produce una expresión
administrativa autóctona dentro del marco ideológico unitario antes de la instauración
del denominado Emirato allá por el año 756 con Abd-al-Rahman I.
El primer período de gobierno andalusí de Abd-al-Rahman I fue fundamentalmente de
coordinación, organización y sedimentación de la revolución unitaria, sin no pocos
contratiempos y luchas.
La arabización en las formas culturales llegaría con posterioridad a la revolución
unitaria. No se puede hablar de arabización hasta el emirato de Abd al-Rahman II, a
partir del año 822; ni de sincretismo islámico hasta el Califato en el año 929.
Con la dinastía andalusí de los Omeya, en Al-Andalus se alcanzan las más altas cotas en
las ciencias, la filosofía, las artes y la técnica; y todo ello en total contraste con la
situación existente en el resto de la Península y Europa. La aportación andaluza a los
Pueblos en todas las materias antes citadas fue de un valor extraordinario para el
posterior desarrollo de éstos.
Es este un período donde se práctica en toda Al-Andalus, de forma muy acusada, la
estrecha convivencia e inter-influencia entre los diversos grupos étnicos que poblaban
su territorio, y que podían diferir en aspectos super-estructurales, como la religión,
pero que participaban de una estructura cultural común de mediterraneidad. Además,
la práctica de la solidaridad con otras etnias y pueblos no mediterráneos es otro dato
importante que nos ofrece la historia. En definitiva es en esta época cuando la
sociedad andalusí conoce su máximo esplendor.                                                                                Crisis interna y caída del Estado andalusí.
A la muerte del Omeya Al-Hakan II en el año 976 entra en grave crisis el Califato
andalusí. Las luchas internas por ocupar parcelas de poder es a partir de entonces toda
una constante. Su sucesor, Hixen II, será una mera marioneta utilizada con astucia por
Al-Mansur y sus partidarios. Las desbordadas ambiciones de éste y su obsesivo
fanatismo militarista abocaría a Al-Andalus a emprender continuas campañas bélicas.
Junto a sus acólitos se adueñó de la autoridad administrativa, iniciando un período de
intransigencia que desencadenaría graves conflictos civiles y afectaría muy
negativamente a la unidad política de las diversas colectividades que integraban el
conjunto social de Al-Andalus. La continuidad del Califato se hizo inviable.
A partir del 1009 empieza a gestarse una nueva realidad bastante compleja marcada
por la estructuración de Al-Andalus en los denominados reinos de taifas y
posteriormente por los periodos almorávide y almohade; pero fundamentalmente
marcada también y de forma trágica por la constante y sistemática presión militar
ejercida por las fuerzas expansionistas cristiano-castellanas animadas por el fanatismo
religioso y por la desmedida ambición de adueñarse de las inmensas riquezas de estas
tierras. Todo ello con el paso de los años iría minando poco a poco las estructuras
socioeconómicas y de defensa de Al-Andalus.

Una vez más, la violencia foránea irrumpiría en estos lugares y truncaría el
protagonismo histórico de sus gentes. De nuevo este País se convertiría en tierra de
colonización. El feudalismo castellano marcaría trágicamente su futuro

-DESDE LA CONQUISTA CASTELLANA HASTA EL SIGLO
XVIII.
 La conquista militar castellana y sus consecuencias.
Con la conquista armada de Andalucía (en el siglo XIII, la Andalucía del Guadalquivir y a
finales del XV, la Andalucía granadina) por parte de las tropas cristianas mesetarias y
montañesas, los andaluces de la época son anexionados violentamente y puestos bajo
una instituciones políticas, jurídicas y religiosas extranjeras: las de la Corona de
Castilla.
Los de la Cruz y la Espada impondrían a los habitantes de estas tierras una realidad
extraña a sangre y fuego. Serán siglos marcados por la limpieza étnica y el genocidio de
un pueblo.
La represión fue feroz. A los miles de muertos caídos en combate, hay que sumarle los
que por no aceptar la derrota y rebelarse son asesinados por la «Santa Inquisición», no
sin antes ser sometidos a crueles tormentos. Otros cientos de miles de andaluces a lo
largo de los años son expulsados del solar patrio y condenados a vivir en el más triste
exilio. Otros muchos optan por la clandestinidad, optan por ocultarse dentro de la
sociedad enemiga, refugiarse en las profundidades de las sierras o simplemente a
vagar por los campos.
Comienza para Andalucía un período oscuro donde sus fértiles tierras son repartidas
entre los conquistadores feudales y repobladas por cristianos mesetarios y
montañeses, mientras a la población autóctona se le condena generalmente a la
esclavitud. Se institucionaliza el saqueo y la depredación de todos nuestros recursos.
El enemigo cambió hasta el paisaje. Cientos de miles de hectáreas cubiertas de
frondosos bosques fueron incendiadas para evitar el refugio de los perseguidos. La
paranoica represión de las tropas castellanas provocó un desastre ecológico de tal
magnitud que sus graves consecuencias aún hoy son evidentes.

La agresión conquistadora de la Corona de Castilla y la subsiguiente dominación
colonizadora tendrán también graves repercusiones para la identidad específica de los
andaluces o andalusies. Se prohibe idioma, religión, usos y costumbres propios, y se
impone el oscurantismo feudal. La historia y la cultura de los andaluces son sumergidas
y desposeidas de bases institucionales de defensa y códigos particulares de derecho
que pudieran defenderlas.

En definitiva, la agresión colonizadora practicada contra Andalucía por los Reyes
Católicos y posteriormente por los Austrias tuvo un carácter absoluto e integral. El
proceso de recuperación pretendía no dejar ámbito andaluz alguno sin anexionar, ya
fuese económico, jurídico-político, religioso, simbólico, territorial, etc.
Reacciones al proceso colonizador.
Pero ese proceso de asimilación que la Corona castellana intenta imponer a través de
ideología y violencia, va a contar durante más de un siglo y medio con una continuada
resistencia por parte de importantes sectores de andaluces reacios al sometimiento.
1499-1502.Se dan sublevaciones en las Alpujarras, Albaicín y Serranía de Ronda al no
ser respetadas por parte castellana las Capitulaciones de Santa Fe. La resistencia a la
política de conversiones forzosas y bautismos en masa impulsada por Cisneros fue
grande. Estas sublevaciones son duramente reprimidas.
1567-1572. Se dan sublevaciones en Granada, Málaga y Almería como respuesta al
edicto promulgado en 1567 por Felipe II y por el que se oprimía aún más a los
andaluces. Ante la insoportable situación generada por la ocupación española, el 24 de
diciembre los andaluces granadinos se sublevan y eligen como rey a Hernando de
Córdoba y Válor que decide recuperar su nombre musulman de Aben Humeya. En
1569, Juan de Austria dirige una feroz represión que ocasiona miles de muertos y
cientos de miles de desplazados a otras zonas de Andalucía, resto de la Península y
norte de África.
1609-1614. Ante el fracaso de la política castellana de asimilación y por la presión de
los militares que veían peligroso el asentamiento de los andaluces en las costas
mediterráneas dela Península, se producen nuevas deportaciones y expulsiones en
masa decretadas por Felipe III y llevadas a la práctica por el tristemente famoso duque
de Lerma y por Rodrigo Calderón. No obstante, con posterioridad muchos andaluces,
aprovechando determinadas coyunturas, retornaron por diferentes vías.
1640-1642. La crisis económica agudizada por la política imperialista de los Austrias va
a provocar en la periferia peninsular se generen tendencias centrífugas. La política
financiera impuesta a los diversos reinos por el cada vez mayor centralismo castellano
desencadenará importantes sublevaciones y conspiraciones. Portugal consigue su
independencia. Los levantamientos catalán y vasco son sofocados militarmente. En
1641, en Andalucía, la conspiración dirigida por el duque de Medina Sidonia, el
marqués de Ayamonte y Tair Al-Hor, aprovechando una fuerte agitación social, y que
pretendía convertir a Andalucía en un Estado independiente, es aplastada por tropas
españolas del conde-duque Olivares al servicio del monarca Felipe IV.
Como vemos la Andalucía insumisa y rebelde está presente en todo este periodo
histórico pero lamentablemente la resistencia cada vez iría a menos y apenas sería ya
perceptible en los inicios del siglo XVIII.

Dinastía de los Borbones : ofensiva del centralismo monárquico
español.
A principios del XVIII, con la toma del poder por parte de la monarquía centralista de
los Borbones se da una vuelta de tuerca más en el intento de consolidación autoritaria
de un aparato uniforme (Estado español) que facilitara la formación de la "nación
española" y ello, mediante un salvaje proceso de uniformización y despersonalización
de las diversas sociedades integradas. Proceso que en sus líneas fundamentales
prosigue hasta nuestros días no acabando de hacer cuajar su artificioso proyecto de
construcción nacional.
Nos encontramos en un contexto socio-económico marcado por la miseria dela
mayoría social andaluza. Tan evidente y extrema era la situación, que el propio Pablo
de Olavide, a la sazón ministro para asuntos de Andalucía, llegó a afirmar, al
comprobar las ínfimas condiciones de vida y trabajo de los jornaleros andaluces, que
"son los hombres más infelices que yo conozco en Europa".
A fines del XVIII, el injusto régimen señorial continuaba en Andalucía en plena vigencia
y plenitud, pese a los tan cacareados proyectos y planes de reforma diseñados por los
gobiernos de la monarquía.

GÉNESIS Y DESARROLLO DE LA CONCIENCIA
NACIONAL ANDALUZA.
 Contexto socio-económico.
Durante la primera mitad del XIX empiezan a establecerse en Andalucía, no sin fuertes
resistencias y con grandes deficiencias y limitaciones, las bases económicas y políticas
del liberalismo y del capitalismo, que con el tiempo terminarían por configurar una
situación de relaciones sociales y de producción tales que propiciarían la germinación
de violentas luchas de clases. Durante todo el siglo, Andalucía se convertiría para el
Estado y para la oligarquía que lo sustentaba en la comunidad más conflictiva y
problemática.
En el caso concreto del campo andaluz, la política gubernamental de
desarmortizaciones canoniza la propiedad privada de la tierra y el latifundismo. Es a
partir de ahora cuando se va a plasmar de forma más fehaciente la Andalucía de la
miseria y marginación de los jornaleros y la de sus permanentes y radicalizadas luchas
por la tierra, y que serán un fuerte marcador de la identidad andaluza.
A partir de la segunda mitad del XIX, a Andalucía se le asigna (dentro de la lógica
capitalista de la división territorial del trabajo) la función de suministradora de
materias primas, tanto materiales, humanas como financieras. La asignación de este

papel dependiente, generador de subdesarrollo y que supuso un golpe mortal al
incipiente proceso industrializador que venía dándose desde hacía algún tiempo en
algunas comarcas andaluzas, es decidida de común acuerdo por la gran burguesía
terrateniente de ámbito andaluz y las demás grandes burguesías del resto del Estado
que pusieron a su servicio conjunto un aparato estatal capitalista, centralista y
represivo.
Durante el siglo XX, a medida que el capitalismo de obediencia estatal se va fusionando
y supeditando más a los grandes centros del capitalismo mundial, el papel
dependiente asignado a Andalucía se acentúa, quedando los diversos sectores
productivos de nuestra maltrecha economía sometidos al rigor de los cíclicos procesos
de acumulación y reestructuración del sistema del gran capital multinacional.
Es ésta, la de los siglos XIX-XX, toda una época marcada por la lucha de clases, por las
luchas y resistencias populares contra los sucesivos ataques provenientes del Capital, y
donde el Ejército , la Guardia Civil y la Policía española han sido y continúan siendo
piezas claves para el desarrollo concreto del injusto modelo socioeconómico impuesto
al Pueblo Trabajador Andaluz.
El despertar andaluz.
Los primeros elementos que anuncian la génesis de la conciencia nacional andaluza se
expresaron y desarrollaron de forma un tanto imprecisa a través de un serie de
movimientos populares y de insurrecciones socio-políticas. 1835, 1857, 1861, 1868,
son fechas en las que el Pueblo andaluz se ha organizado instintivamente en un
proceso de resistencia frente al centralismo y frente a un orden socioeconómico
injusto.
En el segundo tercio del XIX, ciertos sectores dela incipiente pequeña burguesía urbana
andaluza (liberales progresistas) al entender que a través del espacio institucional
vigente su ideario político no tenía posibilidad alguna de prosperar, deciden manifestar
su quehacer político a través de las denominadas "Juntas Revolucionarias". Este
movimiento juntista intenta forzar una clara ruptura con las estructuras heredadas del
régimen político anterior y para ello están dispuestos a dirigir una fuerte oposición,
incluso armada, contra el gobierno central. En este movimiento, no exento de grandes
y lógicas contradicciones, se producen un par de fenómenos altamente significativos.
Por un lado, propugnaban que cada provincia andaluza decidiese su propio
autogobierno y por otro, simultáneamente, su confederación, y todo ello mostrando
un claro sentido de la unidad de Andalucía y de su soberanía.
A partir de la segunda mitad del XIX, el despertar andaluz se manifiesta bajo una
perspectiva progresista y demócrata que reclama la descentralización y adopta
generalmente el federalismo radical como bandera de sus reivindicaciones. A partir de
1856 la oposición al gobierno se convierte en oposición a la corona española y al
modelo socioeconómico que representa. En el verano de 1857 estalla en la provincia
de Sevilla (Utrera, Arahal, Morón, Sierra Sur) una amplia insurrección popular
comandada por Caro y con una notable presencia de jóvenes artesanos y estudiantes, así como de jornaleros. Se ocupan fincas, se quema el cuartel de la Guardia Civil de
Utrera y se destruyen registros de la propiedad. Las autoridades civiles y militares
desatarían una sangrienta y cruel represión. Hubo más de cien muertos y alrededor de
trescientos presos.
En el verano de 1861 se vuelven a reproducir las sublevaciones de caracter sociopolítico en tierras andaluzas. El 29 de Junio seis mil campesinos armados comandados
por Pérez del Álamo, en claro desafío al poder establecido ocupan durante una semana
el pueblo de Loja hasta que son dispersados por fuerzas militares del general Serrano.
La insurrección se había iniciado en Mollina. En Iznajar los alzados ocuparon el cuartel
del la Guardia Civil. Estos acontecimientos, que tuvieron gran resonancia en toda
Andalucía, acentuaron el descrédito y desprestigio dela monarquía española y de sus
gobiernos.
El 4 de Diciembre de 1868, en Cádiz, como respuesta a la frustración provocada por la
"revolución burguesa" de septiembre, y en reivindicación de justicia social y mayores
libertades, se inicia la denominada "Insurrección de las Barricadas" impulsada por el
movimiento republicano-federalista radical. Posteriormente se extiende por Puerto de
Santa María, Jerez, Sevilla, Málaga... Las acciones del movimiento insurreccional
andaluz continuarán prácticamente durante todo el 1869 y abarcando casi toda
Andalucía. La situación extrema que padecen las clases populares hacen que sus luchas
también sean extremas: partidas armadas, ocupación de pueblos y fincas,
contribuciones de guerra, requisas, sabotajes, etc.. Y una vez más la represión. El
poder central español como respuesta a las ansias de libertad del Pueblo Andaluz
desencadenaría una genocida represión que ocasionó alrededor de tres mil muertos y
miles de represaliados.
Primera toma de conciencia de la etnicidad andaluza.
El "nacionalismo histórico" en Andalucía tiene su primer antecedente en el
movimiento republicano-federalista andaluz. En 1873, en una época marcada por
fuertes tensiones sociales, se da la primera manifestación política incipientemente
nacionalista en Andalucía. Es la conocida como Revolución Cantonalista.
El 19 de Julio de 1873 se iniciaba en territorio andaluz una amplia insurrección
cantonalista dirigida por el movimiento republicano federalista radical. Este
movimiento se oponía al estado centralista, ya tuviese éste forma de monarquía o
república, cuestionaba las teorías del Estado federal unitario de Pi y Margall y
propugnaba la inmediata formación de estados confederados así como reformas
sociales de carácter progresista. Y como forma de presionar al gobierno central se
sublevan con ámplio respaldo popular en ciudades y pueblos proclamando cantones
autónomos y autogestionarios federados en un ente soberano andaluz. El 21 de Julio
proclaman en un manifiesto que "...en Despeñaperros, histórico e inexpugnable
baluarte de la libertad, se levantó ayer la bandera de independencia del Estado
andaluz. Interin se constituyen los cantones del Estado andaluz..." A primeros de
Agosto la insurrección era sofocada por las tropas del general Pavía.  Pero es diez años más tarde cuando el movimiento republicano-federalista andaluz, ya
muy en declive, alcanza una expresión más claramente nacionalista. En 1883 se
celebraba en Antequera una asamblea del Partido Republicano Demócrata Federal
donde Carlos Saornill, diputado por Alora, presentaba un proyecto de constitución
federal de los cantones andaluces que implicaba un nuevo marco de relaciones
Andalucía- Estado español. Un texto que en realidad era la plasmación teórica de
medio siglo de lucha andaluza contra la monarquía, el centralismo y el colonialismo
con que se oprimía a Andalucía. En muchos aspectos la formulación aprobada en la
Asamblea de Antequera, impregnada del espíritu dela Revolución Cantonalista, y
donde se expresaba la soberanía del Pueblo Andaluz y se trasluce la afirmación política
de Andalucía como nación, es mucho más avanzada que las proclamadas
posteriormente en los diversos textos autonomistas, incluido el que actualmente
articula nuestras relaciones con el Estado español.
De forma paralela al movimiento político, surgió una corriente de promoción e
investigación de las diversas manifestaciones propias del Pueblo Andaluz y que
realizará los primeros análisis y definiciones científicas de la identidad étnico-cultural
andaluza. A esa corriente investigadora están adscritos intelectuales como Antonio
Machado y Nuñez, historiador e impulsor de la Revista Mensual (1869) y de la
Sociedad de Antropología (1871); Antonio Machado y Alvarez "Demófilo", fundador de
la sociedad El Folkore Andaluz (1881); Manuel Salas y Ferré, historiador y antropólogo,
impulsor del Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla (1886); y Alejandro Guichot
entre otros.
Lamentablemente, y pese a la importante actividad desarrollada durante algunas
décadas por los movimientos político y cultural anteriormente citados, estos
languidecieron ya a puertas del siglo XX y Andalucía, en palabras del antropólogo
Isidoro Moreno, "no pudo acabar de traducir a términos políticos su propia y especifica
identidad objetiva y ni siquiera ésta quedó explícita en la conciencia de la gran mayoría
de los andaluces". Muy diversos y complejos son los factores que incidieron en todo
ello.
Por un lado ambos movimientos prácticamente no llegaron a conectar entre si.
Aunque la base social del movimiento político coincidía con los sectores sociales a los
que pertencecían los intelectuales progresistas, estos últimos tenían unos
posicionamientos políticos contradictorios y poco orientados a las reivindicaciones
andaluzas de autogobierno, ya que estaban muy influidos por el idealismo Krausista y
otras corrientes ideológicas del liberalismo que defendían las teorías del Estadonación.
Por otro lado, la base social del anteriormente potente movimiento republicanofederalista era fundamentalmente la pequeña burguesía urbana, muy minoritaria y con
muy poco peso específico, por lo que este movimiento político poco a poco se fue
desgastando y ya para 1883 ejercía muy poca influencia en el conjunto de la sociedad
andaluza. El respaldo recibido antaño de los sectores más combativos del movimiento
obrero fue desapareciendo paulatinamente. El proletariado se concentró en las luchas
sociales inmediatas más apremiantes y empezó a estar cada vez más permeabilizado por las ideologías anarquistas y socialistas poco amigas de reivindicaciones
nacionalistas.
A su vez, otro factor de suma importancia que incidió en este proceso de desgaste fue
la fuerte hostilidad mostrada contra estos movimientos por la gran burguesía de
ámbito andaluz, dado que ésta asumía a nivel ideológico, para defensa de sus
privilegios e intereses económicos, las bases más reaccionarias del nacionalismo
estatalista español.
En definitiva, muy difícil por tanto que pudiera cristalizar un movimiento nacionalista
andaluz en unas coordenadas donde los diversos elementos nacionales (políticos,
culturales y sociales) caminaban paralelos, sin apenas puntos de intersección, sin
apenas conexión directa alguna. Las estructuras opresoras del poder establecido se
encargarían del resto.
No obstante, y a apesar de esos obstáculos, la primera toma de conciencia de la
existencia de Andalucía como nación, aunque de forma minoritaria, se había producido
ya. Se había colocado el primer escalón en el proceso de desarrollo de la conciencia
nacional andaluza.
El nacionalismo histórico.
A partir de 1910 aparece en escena un nuevo movimiento político-cultural andaluz,
que no llegaría a constituirse en organización política, de carácter progresista pero
ambiguo y contradictorio, liderado entre otros por Blas Infante y que a través de los
Centros andaluces se encargará de difundir su ideario andalucista.
Sólo en una ocasión, en la Asamblea de Córdoba en 1919, coincidiendo con la
radicalización de las luchas sociales del denominado "trienio bolchevique andaluz", el
movimiento andalucista se define sin ambigüedades ni incoherencias como netamente
nacionalista y de izquierdas. Pero nuevamente el enemigo entra en acción. La
represión de la dictadura primo-riverista provoca que se reproduzcan las
contradicciones ideológicas y políticas en el seno del andalucismo militante.
Con el advenimiento de la II República tomó nuevamente relativo dinamismo el
movimiento andalucista y en 1931, en la presentación de su candidatura a las
elecciones , proclama la necesidad de establecer una República Andaluza o Estado
Libre de Andalucía, lo que provocó duras e irracionales reacciones por parte del poder
y de los sectores más ultras del nacionalismo estatalista español.
A partir de ahí, los Centros Andaluces se convierten en Juntas Liberalistas que
centrarán su actividad principalmente en la política autonomista y en la Reforma
Agraria.
El levantamiento militar fascista español de Julio de 1936 acaba con todas las
aspiraciones reformistas del movimiento andalucista y con la vida de su principal
impulsor. Blas Infante es asesinado en la madrugada del 10 al 11 de Agosto d ese
mismo año en Sevilla. Otros muchos militantes andalucistas corrieron la misma suerte. Otros, como Emilio Lemos Ortega, tuvieron que exilarse. La intransigencia y la
brutalidad inquisitorial del nacionalismo estatalista español, al más puro estilo de los
Reyes Católicos, impone la "sagrada unidad de España" a sangre y fuego.
De la imposición franquista a la imposición borbónica.
Los poderes fácticos del Estado deciden en 1936 promover un levantamiento militar de
carácter fascista al ver peligrar su modelo de Estado unitario y centralista así como sus
privilegios e intereses económicos. Con la dictadura franquista se impone el terror
generalizado. Andalucía quedará estigmatizada por la represión y la miseria.
El más rígido oscurantismo invadió los centros de enseñanza y la concepción de la
filosofía, la historia o la literatura fue distorsionada y nuestra cultura sometida a un
duro proceso de adulteración y alienación.
Una vez agotada políticamente la vía del régimen franquista los poderes fácticos del
Estado apuestan, de forma maquiavélica, por la opción seudo-democrática de la
monarquía constitucional, que imponen una vez muerto el dictador, y que les permite
perpetuar sus estructuras de poder. Una perfeccionada red militar coercitiva así como
una moderna política de intoxicación ideológica les facilita ese proceso. Proceso que
cuenta además con el apoyo cómplice de la mayor parte de los partidos políticos
regionalistas y estatales, así como por organismos sociales afines.
Hacia la generalización de la conciencia de identidad.
El Estado opresor español, obsesionado en el intento de consolidación de su engendro
de "nación española", se caracteriza, tanto en el franquismo como en la monarquía
juancarlista, por el ataque minucioso y sistemático contra el carácter nacional del
Pueblo Andaluz. Pero a pesar de las agresiones, no logra acabar con la identidad
andaluza. Ya a finales de los 60, nuestro Pueblo empieza, de forma generalizada, a
tomar conciencia de ella, y ese proceso es rubricado con las impresionantes y
multitudinarias manifestaciones del 4 de Diciembre de 1977 en lo que vendría a ser,
como una expresión de reafirmación nacional, el primer día nacional de Andalucía.